Por Miss Ana Laura Juárez
Desde tiempos inmemoriables estos días, entre octubre y noviembre, han sido fechas importantes para un sinfín de festividades y rituales para distintas culturas en todo el mundo. En el momento actual, aquí en México, coexisten tres festividades: el Día de Muertos, el Halloween y la fiesta católica de Todos los Santos.
Las tradiciones en torno al Día de Muertos: la ofrenda, la creencia de que los muertos nos visitan y la asistencia a los panteones, tienen orígenes prehispánicos. Con la llegada de los españoles, estas tradiciones se fusionaron con las fiestas católicas de Todos los Santos y Fieles Difuntos.
Halloween, palabra que surgió de la contracción de las palabras All Hallows’ evening (Víspera de Todos los Santos), es una celebración que ha perdido mucho de sus verdaderas pretensiones y, gracias a los medios y mercadotecnia del siglo XX, se ha convertido en lo que conocemos ahora. La teoría más difundida sobre el origen del Halloween, se remonta a los antiguos festivales de cosechas celtas, particularmente el festival gaélico Samhain, que ocurría a partir de la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre. Según las creencias de los antiguos celtas, en el día del Samhain, ocurría una asamblea entre vivos y muertos.
Si bien el Día de Muertos mexicano, el Halloween y las festividades católicas parecen ser distintas, al final muestran ciertas similitudes. Y es que pese a toda la tecnología y el avance científico en este siglo XXI, la muerte sigue siendo todo un misterio para los seres humanos. A la muerte se le teme, se le venera, se puede jugar con ella, hacer chistes… la huesuda es de todo nuestro respeto y admiración. Más allá de explicaciones científicas o teológicas en torno a la muerte, en el folclore popular tenemos muchas ideas y creencias sobre el mundo de los muertos y la conexión que pudiéramos tener con esos seres que han partido de este mundo.
¿Y Violeta Parra dónde tiene vela en este entierro?
Violeta del Carmen Parra Sandoval (1917-1967) fue una cantautora, pintora, escultora, bordadora y ceramista chilena, considerada una de las principales folcloristas en América del Sur. En 1966 compone “El Rin del Angelito”, una canción que nos habla de la muerte de un niño. Violeta Parra compone sus canciones utilizando ritmos del folclore chileno y sus letras expresan la mayoría de las veces sus experiencias y filosofía de vida. El Rin del Angelito es un poema lleno de ideas sobre el Animismo, la Reencarnación, el Alma y la misma muerte, “prisionera en una tumba”.
He aquí el Rin del Angelito interpretado magistralmente por la otra inmortal cantante argentina Mercedes Sosa:
EL RIN DEL ANGELITO
Ya se va para los cielos
Ese querido angelito
A rogar por sus abuelos
Por sus padres y hermanitos
Cuando se muere la carne
El alma busca su sitio
Adentro de una amapola
O dentro de un pajarito
La tierra lo está esperando
Con su corazón abierto
Por eso que el angelito
Parece que está despierto
Cuando se muere la carne
El alma busca su centro
En el brillo de una rosa
O de un pececito nuevo
En una cuna de tierra
Lo arrullará una campana
Mientras la lluvia le limpia
Su carita en la mañana
Cuando se muere la carne
El alma busca su diana
En los misterios del mundo
Que le ha abierto su ventana
Las mariposas alegres
De ver el bello angelito
Alrededor de su cuna
Le caminan despacito
Cuando se muere la carne
El alma va derechito
A saludar a la luna
Y de paso al lucerito
¿A dónde se fué su gracia?
¿Dónde se fué su dulzura?
¿Por qué se cae su cuerpo
Como una fruta madura?
Cuando se muere la carne
El alma busca en la altura
La explicación de su vida
Cortada con tal premura
La explicación de su muerte
Prisionera en una tumba
Cuando se muere la carne
El alma se queda oscura
Pero toda esa sensibilidad que plasmó en su obra, tuvo un triste desenlace en su vida. Su intensidad hasta en las cosas más sencillas, sus fracasos amorosos y sus dificultades económicas, generaron en ella una gran depresión que la condujo al suicidio el día 5 de febrero de 1967, a los 49 años.
En palabras de su hija Isabel, “La Lavandera” es su última composición. La letra no nos habla de ningún muerto, pero quien haya sufrido una decepción amorosa sabe que es una especie de pequeña muerte. Ya lo decía Neruda en su Poema 20: “Es tan corto el amor y tan largo el olvido”. La Lavandera resulta ser una exquisita combinación de poesía y música. Si hay muertos a quien recordar, recordemos a Violeta Parra con esta canción, de nuevo en la voz de Mercedes Sosa:
LA LAVANDERA
Aquí voy con mi canasto
de tristezas a lavar
al estero del olvido
déjenme, jenmé pasar
Lunita, luna
no me dejes de alumbrar
Tu cariño era el rebozo
que nos abrigó a los dos
lo manchaste una mañana
cuando me dijiste adiós
Lunita, luna
no me dejes de alumbrar
En la corriente del río
he de lavar con ardor
la mancha de tu partida
que en mi pañuelo quedó
Lunita, luna
no me dejes de alumbrar
Soy la triste lavandera
que va a lavar su ilusión
el amor es una mancha
que no sale sin dolor
Lunita, luna
no me dejes de alumbrar